lunes, 28 de septiembre de 2009

Ñat y Ñet (La brasa roja)



Ñat: ¿Fuego?
Ñet: …
Ñat: ¡Señor Ñet!
Ñet: ¿Si?
Ñat: ¿tiene usted fuego?
Ñet: ¿Por qué habría yo de tenerlo? La pirotecnia siempre me ha parecido una exageración
Ñat: ¿y los pirómanos?
Ñet: Todos primos míos, hijos de una tía que conocí en el tren a Puntarenas. Yo vengo de una familia incendiaria.
Ñat: Ese es un bonito recuerdo: la brasa roja
Ñet: ¿Conoce usted a mi tía?
Ñat: No. Hablo de mi padre. Cuando era niño viajábamos seguido al Puerto en un tren largo que se enhebraba por los túneles.
Ñet: No veo nada extraordinario en ello, eso es lo que los trenes hacen.
Ñat: Era la brasa. En la oscuridad del túnel sólo existía la brasa roja del cigarrillo de mi padre. A veces ardía fuerte y uno podía adivinar un bigote.
Ñet: ¡Qué cosas las suyas! Por cierto, ¿tiene usted fuego? Se me antojó un cigarrillo.
Ñat: Sírvase

jueves, 17 de septiembre de 2009

Las drogas, falso problema


¿La droga? Eso es lo primero, no se trata de LA droga sino de LAS drogas. No son iguales señora, no son lo mismo. De la mariguana al crack o la heroína hay un mundo no deje que le mientan, no le mintamos. El primer paso responsable al abordar el tema tiene que ser una información veraz y no lo contrario.
El problema de las drogas es un falso problema. Falso por que todos los gobiernos venden su lucha contra el narcotráfico a partir de una premisa simplona: el consumo y el tráfico es ilegal y luego pa que la cosa no quede tan sosa argumentan sobre el impacto que estas tienen en la salud pública y en el deterioro social y el flagelo que producen en la sagrada familia, lo cuál a todas luces es cuestionable.

La ilegalización concertada del consumo y por ende del tráfico de drogas se da entorno justamente al proceso de globalización de los patrones de consumo en occidente a partir sobre todo de la década de los 50. Parece que a Europa y EU empezaron a florecerles una sarta de yonquis y ni hablar de las juventudes de los 60s y 70s tan llenas de rocanrol y regue. El consumo de drogas se extendió a la par y fue sin duda también catalizador de los cambios culturales que se dan en esos años. Eso explica en parte la necesidad de prohibirlas en esos años convulsos (diría un melodramático).

Ahora bien, en los principios de este siglo me parece que lo más acertado es empezar a cuestionar la ilegalización. Colombia en un primer momento y ahora México son países que sufren una guerra interna la cuál sin duda ha cobrado más muertes y menoscabado a sus sociedades de manera más aguda que el consumo en sí de drogas. Guerra entre los cárteles por control de rutas y mercados, guerra entre los ejércitos oficiales y los cárteles y en el medio, poblaciones empobrecidas. El poder que tienen los capos y las organizaciones de narcotraficantes es realmente abrumador, manejan presupuestos mayores inclusive a los presupuestos nacionales de muchos países latinoamericanos. Este poder y riqueza les viene (no es un secreto) justamente de la ilegalidad de los negocios a los que se dedican. No sé el porcentaje pero el valor de la coca o la marihuana aumenta considerablemente de su lugar de producción a su lugar de consumo (EU y Europa principalmente).

Lo cierto es que el gasto de los presupuestos nacionales, más allá de la ayuda gringa (que para efectos prácticos es paupérrima) en reprimir y “controlar” estas actividades ilícitas no ha tenido éxito y no lo van a tener. En Costa Rica se señala el envilecimiento de los pescadores puntarenenses que se han corrompido ante el dinero de los narcos -pero es que pa donde agarro mi hermano, si los pescaditos solo se dejan coger por los barcos de los taiwaneses-, en poblaciones fronterizas la gente amanece con bolsas de dinero en la puerta de las casas –pero m’jito a mí me da igual de miedo dejarme la platica que rechazarla-, esa es la manera seductora de afiliar colaboradores, también las hay no tan amigables con presiones, silenciamientos y abusos hacia las poblaciones.

Desde la represión esta es una guerra perdida, los consumidores desprotegidos porque no hay forma de saber las calidades del producto al que acceden mientras el crimen organizado va consolidándose en la región. Claro que la lucha contra el narco y los incautamientos de droga sirven como legitimadores y extensión de las potestades gubernativas en lo que respecta a control social y político, de una manera, si se quiere, cruel y detestable. Se podría pensar que se trata en realidad de una guerra contra la marginalidad, la criminalización de los consumidores de drogas es otro tema que debe ser analizado desde esta perspectiva de la legalización vs ilegalización. Los problemas sociales de los países latinoamericanos no son producto del narcotráfico aunque sí se agravan dada la ilegalidad de este. En los países desarrollados se genera el dinero que paga las putas y las colegiaturas de los hijos de los capos, mientras en México, Centroamérica y Colombia se desarrolla una guerra, como todas, estúpida.

La legalización del consumo así como la regulación del comercio de drogas posibilitaría un marco institucional nacional e internacional que llevaría este asunto a sus verdaderas y justas dimensiones.