viernes, 22 de enero de 2010

Por escrito



Última Cena de Buñuel en Viridiana

A la familia putativa por atender siempre a esta (aunque no oficial) y a cada una de las últimas cenas que convoco, muchas gracias. No hay contento más grande que vengan a mi casa, que es la de ustedes, a emborracharse. Fabi y Rebe, gracias por el vino (Rebe, Granada estuvo de puta madre, pasa que soy un desconsiderado y un mentiroso de oficio). Coliflower, buenísimo Fontanarrosa, me río y me río y me río, haremos todo lo posible por no extinguirnos y seguir sumando años, besos reversibles. Billy Boy, dejaste un slice de pizza mop, sé que había que trabajar el día siguiente… pucha. Chimi, siempre es bueno hablar de política con alguien sobrio… pero no más de cinco minutos, beso. Wal, el tour de bares está en el tapete, no sé si este jueves, pero va a pasar hermano. Carlitos, viejo, estás batiendo record, ahora hasta sentado te caés!!! I love you too, como si fuera el sexto grado. Flaca, mi cantimplorita de tequila, como te odio, abrazo. Armando, primo lejano, quién iba a decirlo. Pame, borrachita de mis amores, llave de la casa. Y bueno, un violín de sabina, que esa noche canté en versión ranchera-pop, para quienes cerraron el portón de la casa bailando. Cualquier desatención de mi parte, espero sea excusada.



Lo primero que quise fue marcharme bien lejos;
en el álbum de cromos de la resignación
pegábamos los niños que odiaban los espejos
guantes de Rita Hayworth, calles de Nueva York.

Apenas vi que un ojo me guiñaba la vida
le pedí que a su antojo dispusiera de mí,
ella me dio las llaves de la ciudad prohibida
yo, todo lo que tengo, que es nada, se lo dí.

Así crecí volando y volé tan de prisa
que hasta mi propia sombra de vista me perdió,
para borrar mis huellas destrocé mi camisa,
confundí con estrellas las luces de neón.

Hice trampas al póker, defraudé a mis amigos,
sobre el banco de un parque dormí como un lirón;
por decir lo que pienso sin pensar lo que digo
más de un beso me dieron (y más de un bofetón).

Lo que sé del olvido lo aprendí de la luna,
lo que sé del pecado lo tuve que buscar
como un ladrón debajo de la falda de alguna
de cuyo nombre ahora no me quiero acordar.

Así que de momento, nada de adiós muchachos,
me duermo en los entierros de mi generación;
cada noche me invento, todavía me emborracho;
tan joven y tan viejo, like a rolling stone.

miércoles, 13 de enero de 2010

El silencio de laura



Hacia una crítica de la razón mítica... Franz Hinkelammert
La vida en otra parte... Alex Jiménez

La democracia no sirve cuando no existe un quehacer político real. Voy a permitirme la siguiente generalización: La política como oficio ha perdido sentido y sus oficiantes de turno y en busca de la perpetuidad son entonces meros mercachifles y sub-secretarios de las burocracias privadas locales y transnacionales. Luego de los escándalos ventilados entre grandes figuras de la política nacional, el gobierno de oscar arias ha servido para que quienes usan la política como facilitadora de sus negocios personales se reacomoden y estabilicen nuevamente tras la cortina de humo en que se ha convertido la legalidad.

En la modernidad –parafraseando a Hinkelammert- la autoridad se legitima en las leyes, y no en las consecuencias de sus acciones, cuando lo sensato es que las leyes no deberían tener valor en sí mismas y si son necesarias, lo son en cuanto sirvan como soporte de la vida humana. El sujeto humano debe reivindicar su autonomía frente a las leyes, poner estas a su servicio y no al revés. Sin embargo el presente gobierno no ha sido otra cosa que un escaparate para la caradurez (ver el libro oculto de los arias); dentro de la sacrosanta legalidad institucional se le ha vuelto de piedra el rostro a más de uno, empezando por el infeliz dúo dinámico de los arias (a más dinamismo, más nos joden) y terminando con la ofelia tetempie, recientemente –a mí que me defienda el peor de los chivatos-. Es un estado de derecho, en tanto se apela a la legalidad cuando se descubren desviaciones éticas. Un estado de derecho legalista en el que van anulándose los derechos humanos.

Esta nueva fuerza que han tomado estas prácticas en el ejercicio del poder –legitimadas en el discurso, mas no en la opinión pública- pretenden continuarse con un seudo-gobierno de laura chinchilla haciendo la apología de dos grandes y añejos mitos: el mito del progreso y el mito del poder. “Adelante” dice el corillo de laura, como si hubiese alguna meta aguardando en algún futuro que sería el signo de la perfección. La historia no tiene desenlaces ni paraísos aguardando, aunque sí caminos de liberación –sigo con Hinkelammert- y esa libertad al elegir los caminos que se transitan, y aún más, al transitarlos es por la que el sujeto autónomo debe manifestarse. Cada cuatro años vamos a elegir un gobernante, sin embargo los programas y los candidatos ofertados responden a otros mecanismos de selección de los cuales, “naturalmente”, nos encontramos excluidos: la democracia devenida en otro mito que les acomoda a los redactores de discursos y a los editoriales en las páginas de opinión. La sala IV, el TSE, la defensoría, la prensa, todas instituciones fetichizadas dirigidas por personas a sueldo de patronos sin nombre, etéreos, dinero, dinero, dinero y soledad.

La contingencia hace necesaria la institucionalización de las relaciones humanas, para tales efectos se hacen necesarias reglas de comportamiento (leyes) que se hacen cumplir mediante el ejercicio del Poder, esta es una realidad fáctica sobre la cual el poder se ha erigido en mito. En un plano mítico, el poder es administración de la muerte. El discurso neoliberal se desarrolla dentro de una ética de la competitividad, de la eficiencia y cualquier cosa que las limite es considerada como un antivalor, inclusive la vida humana. Hay que matar a algunos para que otros vivan plenamente rezan los adoradores de las guerras preventivas, algunos perderán para que muchos ganen, dicen las envolturas de los bombones que regalan los firmantes de los telecés, medioambiente sí, pero si no hay oro, silba el aria de los arias. Es el mito de la muerte que promueve vida y que sólo es posible allí donde el Sujeto Humano no es la vara que sirve para medir las relaciones sociales en todas sus dimensiones. ¿Qué país es este? Habría que preguntarse seriamente ¿Vivimos en paz, somos justos, solidarios, generosos y hospitalarios… libres.

Sospecha Alex Jiménez, que nuestra humanidad es aún una aspiración ética incumplida y en construcción, por eso se hace necesario pensar y discutir la historia de cada sociedad desde el punto de vista de su justicia o injusticia, su crueldad o su hospitalidad. Este paisito nuestro de cada día ¿es un buen lugar para vivir, una casa donde invitar a los amigos? No se trata de preguntas retóricas, sino de cuestionamientos que debemos respondernos con profundidad y sinceridad, ahora que escuchamos a laura chinchilla decir lo que dice, porque ya después no la oiremos decir nada.

Enero 2010