Familia del novio (la de la novia se abstuvo de ser documentada)
A Pamela
Fue una boda por lo alto en una iglesia que era gruta, con el cristo de las bodas de Canaán y ausencia total de vírgenes. Invitamos a todos los ángeles y los santos pero enviaron solamente una tarjetita navideña y un juego de cubiertos de Cemaco con Judas que, dedicado al cultivo de bonsáis como huyendo del destino, nos regaló uno de esos arbolitos. Resentimos la ausencia de dios y del diablo, pero tiempo después nos dimos cuenta que sus invitaciones se traspapelaron entre las facturas del Whisky de mi suegro, al menos eso dice él.
Mi mujer iba toda de blanco, hermosa como una perla. Yo iba de manojo de dientes de león. Mi suegra, que es una sentimental, se enjugaba cada dos minutos una lágrima y mi madre, que también, segundos antes de la primer nota de la marcha nupcial todavía le preguntaba a Elcira –mamita ¿está segura?- mientras mi padre masticaba hojas de tabaco y se espantaba una mosca.
El padre Florentino compensaba la halitosis con su buen verbo castizo y su ánimo para el vino (no lo volvimos a ver). En la primera fila se encontraban los testigos usando máscaras de carnaval, la mujer barbuda que me hizo los honores en la despedida de soltero, todos mis duendes de la guarda y un Pierrot que no dejaba de ligarse a mis cuñadas y escribirle versos desesperados a la luna.
Los vecinos y los vecinos de los vecinos se asomaban al portal para ver qué pasaba –ah, se casan Elcira y Facundo- decían haciéndole el mal de ojo a Arlequín y Pantaleón que eran los encargados de cuidar los coches y los bolsos de mis tías. En la misa se siguió el debido proceso, según hizo constar mi hermano el notario en un discurso a la hora del brindis.
A la recepción llegaron los tres reyes magos, que mal asesorados lo habían perdido todo la noche antes en los salones de El Rey, así que en vez de oro, incienso y mirra, lo que llevaban eran ganas de comer y una goma moral que mi cuñado, que no es la estrella del niño pero es un sol, les supo alivianar contándoles chistes verdes.
El catering estuvo a cargo de la Fortune Teller que sirvió patas de conejo sin depilar para la buena suerte en una cama de cartas del tarot con guarniciones de recortes de horóscopos chinos y mediterráneos en salsa de escapularios (comida fusión que llaman). La orquesta consistió en un quinteto de escupe fuegos que llegaron tarde por aprovechar la hora pico en los semáforos; llegaron con un imitador de Tom Waits como vocalista que le ladraba al Pierrot cada vez que le pedía “Somos novios”, al final lo complacieron con “Moon River”.
El buqué lo atrapó Colombina haciéndose la que no era con ella y la liga no alcanzó, al final todos bebían de la botella. Qué borrachitos mis duendes de la guarda buscando un karaoke abierto al final de la fiesta donde esperar un taxi. En la noche de bodas Elcira y yo hicimos nuestros brindis personales y nos desnudamos despacito para reaprender lo aprendido.
De eso hace ya setenta y siete años. Todavía tenemos la costumbre de amanecer con frío en las mañanas para calentarnos de espaldas al sol. A los hijos les mandamos religiosamente su pensioncita cada fin de mes.
16 diciembre 2009